Diego Rosselli: un papá viajero

Descubre la faceta más personal y aventurera de Diego Rosselli, reconocido neurólogo y académico, a través de los ojos de su hija. Acompáñalo en sus travesías por Colombia, sus historias familiares y su pasión por explorar cada rincón del país. ¡No te pierdas este emotivo relato!

Por: Paula Rosselli Calderón

“¿Tu papá es el de los Land Rovers que viaja por toda Colombia?”

Sí, ese mismo es mi papá. El que muchos conocen como el doctor, neurólogo, académico, o epidemiólogo Diego Rosselli, es a quien yo conozco como papá. Por eso no voy a enfocarme en su vida académica, que se encuentra en internet, y está al alcance de cualquiera con suficiente curiosidad. Además, yo aún no estaba en sus planes cuando él estudió en Boston y Londres, por lo que no pude acompañarlo en esos otros viajes y aventuras.

Lo que sí tengo por seguro es que a lo largo de sus viajes por Colombia, mi papá ha encontrado en sus dos Land Rovers —El Tinieblo, un modelo 66, y El Caricare, un modelo 74— sus verdaderos cómplices. El Tinieblo es un vehículo con una historia especial, llegó a la familia como nuevo, y años después, mi abuelo se lo dio a mi papá como regalo al terminar la carrera de medicina. A partir de entonces, ese regalo marcó el inicio de muchas travesías en el suroriente antioqueño, con Valparaíso como base durante su año rural. Desde ese momento, este carro no solo ha sido solo un medio de transporte, sino también símbolo de exploración, transformándose en el ícono característico para registrar sus fotos con las iglesias de cada uno de los 1.067 municipios de Colombia que tienen acceso por carretera hasta el momento. Su segundo carro llegó en el 2014, en parte como capricho, pero con la excusa de facilitar el alcance de sus travesías.

Además de dos carros, Diego Rosselli tiene dos hijas, Alejandra y Paula. Al inicio, mi papá nos turnaba a mi hermana Alejandra y a mí como compañeras de viajes durante los fines de semana. Por eso, conocí primero Arauca y Guaviare, mientras mi hermana conoció Vaupés y Amazonas. También hemos tenido viajes memorables los tres juntos, como varios a la costa Caribe o al Vichada, o más recientemente, a los cerros de Mavicure en el Guainía. Desde el 2016 Alejandra estudia en Estados Unidos, por lo que no puede unirse a estas aventuras tan seguido, y en cambio, yo disfruto cada vez más de viajes por Colombia. En especial durante el último año, he tenido el privilegio de acompañarlo en muchas de sus travesías, lo cual ha fortalecido nuestro vínculo, y me ha permitido apreciar aún más su visión de la vida. Diego siempre ha sido un padre ejemplar, caracterizado por su sentido del humor y su capacidad para apoyar nuestras locuras con entusiasmo. A su vez, he estado a su lado en muchas de las aventuras que ha emprendido, creando un lazo de complicidad y admiración mutua que nos une.

Por supuesto que su espíritu aventurero viene de años atrás, no es una locura dada por la crisis de los 40, o de los 50… o de los 60. La verdad es que llevo toda la vida escuchando anécdotas de los largos viajes a los Llanos con su familia, y de las excursiones a nevados con sus amigos del colegio, entre muchas otras experiencias. Muchos de esos viajes y sus fotos se convirtieron en tertulias entre familia o amigos, mientras mi papá iba ampliando sus historias por contar. En el 2004, cerró su consultorio de neurología, y parte de su tiempo lo dedicó a escribir crónicas históricas para un periódico, que luego se convirtieron en su libro “Historias de cien ciudades”. Cien ciudades no fueron suficientes, así que se puso la tarea de visitar aún más lugares y sacó el libro “Pueblos y ciudades de Colombia”. Así han pasado 20 años de viajes y experiencias por Colombia, para llegar a conocer todos los 1.105 municipios del país.

Además de su pinta inconfundible, con su sombrero, su bastón, su chaleco, su poncho y sus amuletos, ha creado una imagen que ha adoptado como su identidad, se caracteriza también por tener el don de la palabra. Desde pequeña voy a sus conferencias, incluso sobre temas médicos, y me parece admirable la manera en que logra captar la atención de estudiantes o de cualquier público al que se enfrente, y explicar de manera sencilla temas tan complejos como lo son los de neuroanatomía o la economía de la salud. Mi papá parece una enciclopedia, es difícil corcharlo, tiene conocimientos de campos como historia, geografía, hidrografía, cultura e incluso música, que hace evidentes en cada viaje y en cada interacción con locales de las diferentes regiones de Colombia. 

Por otro lado, podemos ir sufriendo de calor, hambre, incomodidad, cansancio, o lo que sea en un viaje, pero no hace falta el sentido del humor que lo caracteriza a él, y nos caracteriza como familia. Cuando decimos con sarcasmo “cómo pasa el tiempo cuando te diviertes” sabiendo que el trayecto se siente eterno, o cuando recordamos anécdotas como la vez que nos retuvo la guerrilla, o las veces que hemos tenido varadas con mucha incertidumbre, pero, en últimas, mucha suerte. Y aunque digamos “tú puedes hacer todo lo que te propongas” con humor cuando vamos a realizar acciones sencillas, es una frase que mi papá me ha demostrado con su persistencia y la manera en que ha cumplido tantas metas en la vida.

Desde pequeñas mi hermana y yo decíamos que mi papá iba a ser famoso. Yo incluso ya pensaba que lo era por la gran cantidad de personas que lo saludaban cuando íbamos por la calle, en un centro comercial, o en el aeropuerto, incluso en un viaje por Suiza. Me alegra que tanto reconocimiento o fama sea por la suma de sus distinciones en docencia, investigación, medicina, y aún más por una razón como la que ha sido recorrer toda Colombia. No tengo duda de que la admiración que siento por él es un sentimiento compartido por muchos.

Fotografias de viajes

Fotos de este último año viajando en El Tinieblo por el Valle del Cauca, visitando una maloca en Mitú, aterrizando en una avioneta en Miraflores, Guaviare, y en una lancha por el río Magdalena camino a Pinillos, Bolívar.

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